Cómo elegir bien una planta en el vivero (y no arrepentirte después) 

Antes de poner un pie en el vivero, conviene tener claro qué tipo de planta querés incorporar. ¿Es para sombra o sol pleno? ¿Irá en tierra o en maceta? ¿Buscás una especie ornamental, comestible, aromática, trepadora? 

Esta pequeña planificación previa te va a ayudar a evitar compras por impulso. También te va a permitir enfocarte mejor una vez que estés rodeada de verde. Porque sí, hay muchas tentaciones, pero no todas son para vos (o para tu jardín). 

Las hojas dicen muchísimo. Una planta con hojas de color parejo, sin manchas ni partes secas, es una buena candidata. En cambio, si ves sectores amarillos, marrones o negros, puede haber detrás una deficiencia nutricional, una enfermedad o simplemente estrés hídrico (es decir: exceso o falta de agua). 

También evitá las plantas con hojas deformadas o con un aspecto pegajoso: suelen ser señales de plagas como pulgones o cochinillas. 

Atenti: revisá el envés de las hojas. Ahí es donde se esconden los bichos. Si ves puntitos blancos, telarañas finas o algo que se mueve, seguí de largo. 

Una planta sana tiene tallos firmes, de buen color, sin partes blandas ni zonas ennegrecidas en la base. Si el tallo parece arrugado, tiene grietas o cortes, puede estar enfermo o haber sufrido maltrato durante el traslado. 

Un tallo blando o viscoso es señal de podredumbre, y eso puede estar relacionado con problemas en las raíces o exceso de humedad. Mejor elegir otra. 

No siempre es posible, pero si tenés la oportunidad de levantar suavemente la maceta y mirar por los agujeros de drenaje, hacelo.

Las raíces deben estar bien formadas y no salir enmarañadas o desbordadas por debajo. Eso indica que la planta ya creció demasiado para su contenedor y puede necesitar trasplante urgente. 

¡Ojo! las raíces negras o con mal olor son mala señal. Pueden estar podridas por exceso de riego o tener hongos. En esos casos, es preferible buscar otra opción. 

Las plantas que están creciendo activamente suelen mostrar brotes nuevos, pequeñas hojas o flores incipientes. Eso es una gran noticia: significa que están en pleno desarrollo y que se adaptarán mejor al trasplante. 

Si, en cambio, una planta luce marchita, apagada o no muestra ningún signo de crecimiento, puede estar estresada. Y por más que tenga buen aspecto general, ese estado podría afectar su adaptación a tu casa. 

No te olvides de mirar la tierra. Si ves moho, hongos o un olor desagradable, es probable que esa planta haya tenido problemas de riego o de almacenamiento.

El sustrato ideal es suelto, sin costras, sin bichitos saltando a simple vista. 

Una de las claves para una buena elección es preguntar. En los buenos viveros, el personal suele saber mucho sobre las plantas que vende. No tengas miedo de consultar: ¿qué cuidados necesita esta especie? ¿Tolera bien el sol? ¿Hay que regarla seguido? ¿Conviene cambiarla de maceta pronto? 

También es válido pedir información sobre el origen de la planta y su estado sanitario. Los viveros serios tienen trazabilidad de sus ejemplares y te pueden orientar con seguridad. 

Comprar plantas puede ser tan placentero como elegir ropa o vinos: parte del disfrute está en saber lo que queremos y cómo reconocer una buena opción. Con un poco de atención y algunos trucos simples, podés llevarte a casa una planta sana, hermosa y con ganas de crecer. Elegir con conocimiento es la mejor manera de que tu rincón verde no solo sobreviva, sino que florezca. Y si alguna vez fallás (porque puede pasar), tomalo como parte del aprendizaje. La jardinería también es eso: observar, cuidar y volver a empezar.